Snow White (Mark Ryden)

viernes, 22 de febrero de 2013

Comer acelgas es muy sado

Cada vez tengo más claro que los refranes y frases populares en mi caso se cumplen a la inversa. Empezaré por mi favorito: “Una no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Vamos a ver… de qué estamos hablando?

1. De tener un millón de euros y no saberlo hasta que lo pierdes?

Yo creo que me habría dado cuenta a tiempo… lo habría perdido rápido, seguro. En copas, libros, cenas, ropa, viajes, chuches, decoración... y helado… y cremas. Y… vale, que lo habría perdido pronto, pero siendo plenamente consciente de ello, no jodamos. Y tú también, no me vayas de guays…

2. Del típico botón de más que viene enganchado a los abrigos, que una tira a la basura y que luego, cuando se te queda el abrigo bizco, es cuando lo echas de menos?

Pragmatismo, señoras y señores! Cambiamos todos los botones y andando! No voy a echar de menos un botón que yo misma decidí tirar a la basura! Y esto es aplicable a vales descuento que te dan en gasolineras, al caramelito que coges de la recepción del ginecólogo o al boli que robas de la reunión de la mañana. Todo aquello susceptible de ser perdido en el Triángulo de las Bermudas que es tu bolso, no se merece un refrán. No se lo merece! Que no os engañen esos seres refraneantes!!!

3. De una pareja?

Al ser que mantiene una relación con alguien, que va viendo que no funciona, que se le va o que lo deja y luego llega a la conclusión de que era fantástico… le faltó oxígeno al nacer? Porque si no valorabas lo que tenías hasta que lo perdiste… para qué lo tuviste algún día? Para hacerle perder el tiempo? Para malvivir por vicio? Eso no es llevar el sado a unos límites un tanto enfermizos? Es como comer acelgas, que es muy sado. A mí no me gustan, pues no las como. Podría levantarme una mañana diciendo: “Las acelgas me dan vomitera, pero yo me las voy a comer igual, cada día”… no! No podría! Podrían gustarme las acelgas, empacharme y llegar a un punto en el que jamás quisiera comer acelgas para posteriormente, darme cuenta de que era la verdura de mi vida? No! No podría! Venga ya!  Las acelgas jamás serían la verdura de mi vida! Eso ya me pasó una vez con el salami: no me gustaba, de repetente me dio por comerlo, me empaché y nunca jamás lo he vuetlo a comer. Ahora como brie trufado y claro, no hay color.

4. Para qué dar más casos prácticos, no?

La cuestión. Que en Barrio Sésamo nos tendrían que haber dado más la murga con capítulos del palo “Esto es el bien, esto es el mal” o “Si te hace sonreír es bueeeeeno. Si te hace enfadar es maaaaaaalooooo. Caca!” . Así la sociedad no estaría plagada de gente deprimida que va perdiendo millones de euros sin darse cuenta, de personas con abrigos sin botones ni de acelgas incomibles que se tornan manjares como por arte de magia.

Además, a esas cosas que al parecer todos nos dedicamos a perder sin haber sido conscientes de su “maravillosa” existencia se les da siempre una connotación positiva, haciendo quedar al destinatario del refrán en cuestión como un solemne imbécil: “Aaaaahhhhhh!!!! Lo tenías pero lo has perdido! Cómo no te diste cuenta, pardilla! A quién se le ocurre!”. Pues yo soy pardilla, pero a la inversa. Yo si tengo un millón de euros lo sé y si lo pierdo, es por mi mala cabeza. Tiro todos los botones estilo “por si a caso” de todas las prendas que me compro: me gusta vivir al límite. Y acostumbro a tener la certeza de que lo poco o mucho que tengo y las pocas o muchas personas que han sido y/o son importantes en mi vida molan mucho. Un mogollón. Son lo más. Y así las valoro. Hasta que… pam! Hostiazo al canto! Y entonces sí, puedo decir que “Una no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”… y es que yo no soy consciente de la mierda que me rodea hasta que me comen las moscas.