Snow White (Mark Ryden)

domingo, 20 de marzo de 2011

No volveré a escribir una entrada en domingo

Acabo de decidir no volver a escribir en el blog en domingo. O al menos no un domingo por la tarde/noche. 

Suelen (ets un pendó! Disculpas...) ser momentos de bajón y muy melancólicos. Me he dado cuenta que todos mis post domingueros tienen cierta pátina de apatía y tristeza. Así que este será el último escrito en el Día del Señor. Soy atea, pero es una forma de nombrar este día que siempre me ha hecho gracia. 

Así que, por no extenderme, incluyo un vídeo. Es una canción que me definiría a la perfección en el día de hoy. Lo único es que hoy no llueve, que no tengo carnet de conducir y que ayer nadie me habló sobre el cielo azul

lunes, 7 de marzo de 2011

La sencillez de la felicidad

Lunes 7 de marzo de 2011. Camino sobre las 18:45h por la Calle Joan Blanques dirección Travessera de Gràcia. Voy en esa dirección sin motivo concreto, simplemente he salido a comprar tabaco y he decidido seguir caminando sin rumbo fijo.

A lo lejos, veo a una niña, de no más de tres años. Me fijo en ella básicamente porque la veo sola, caminando con esos andares dulcemente torpes que tienen los niños a esa edad. El anorak con capucha incluída que lleva puesto no ayuda precisamente a la gracilidad de sus movimientos, lo cual la hace aún más hermosa y entrañable. Según me voy acercando, veo que detrás de una furgoneta que está aparcada justo delante de la niña, hay una mujer que me está mirando sonriendo. Entiendo que es su madre y que ambas están jugando, o al menos la madre lo está haciendo y la niña, simplemente, está descubriendo. Me sorprende la tranquilidad y la alegría con las que la niña da esos pasitos sola, buscando a su madre pero sin ningún tipo de miedo, sin quejas, sin lloros. Es como si disfrutara de esa aventura de estar sola de repente, sabiendo que, en algún lugar, cerca, está la persona que la hace sentir segura.

La pequeña mujer ya me ha visto, estamos muy cerca. Sigue andando hacia mi y, sin saberlo, hacia su madre, que está al torcer la furgoneta. Fija su mirada en mí, le sonrío, me sonríe y sigue dando esos saltitos con los que se desplaza con aún más energía. Contengo mis ganas de correr hacia ella, abrazarla y llenarle la cara de besos, más que nada porque la madre creería que soy una esquizofrénica que quiere raptar a su hija. No es plan de montar un escándalo público por no poder refrenar mis surrealistas antojos.

Ya prácticamente delante la una de la otra, le hago un gesto con la cabeza, convirtiéndome en la chivata que le indica dónde está su madre, que se da cuenta y sonriendo aún más, sigue bordeando la furgoneta para que, cuando la niña llegue, no la vea. Tras mi movimiento de cabeza, acabo de alucinar cuando la niña me sonríe pícaramente con complicidad, a lo que yo respondo con el mismo gesto. Ella empieza a decir "Mamaaaaa? Mamaaaaa?", con ese tonillo travieso de "hago ver que no sé dónde estás, pero yo lo sé". En ese punto yo sigo caminando y las dejo atrás, con un "Aquí estoy!" de la madre y las risas de ambas.

Algo que puede parecer tan tonto, me ha dado mucho que pensar y me ha alegrado el paseo. Desde luego no miento cuando digo que a mí, es muy sencillo hacerme feliz.

PD: Sin tener nada que ver, no quiero dejar de enumerar otra serie de cosas que este fin de semana me han hecho feliz: la cara de mi madre probándose la ropa nueva que le hemos regalado por su cumpleaños, conocer a Montse y a Victor, reencontrarme con Santi y con Moni, descubrir el Campari Milano Cocktail Bar y a su cocktelero (aunque sigo pensando que Tirsa es la mejor cocktelería de Barcelona), saber qué hace un ingeniero de pozos petrolíferos con Cristian, volver al Karma, repartir caramelos entre los vendedores de cervezas de la Plaza Real con Al y esta canción que el vigilante de mis siestas me ha enviado hoy: