Snow White (Mark Ryden)

lunes, 13 de mayo de 2013

Mariposas en el vagón (IV)

Nos vamos acercando al final de la historia… este es el penúltimo post de “Mariposas en el vagón” y aún no sé qué va a ser de “Ella” y “Él”. Es lo maravilloso de escribir por escribir… que puedo empezar y acabar una historia cuando y como quiera. :)

Hoy: lo que puede salir de una semana contracturada y de un domingo al sol.

Mariposas en el vagón: colisión

Tomás no podía centrarse. Tras lo surrealista y accidentado de aquella mañana, consideró mucho mejor recoger su quiosco y tomarse el resto de la jornada libre. Sus clientes fijos ya habían ido a buscar sus periódicos, revistas y coleccionables varios, así que su conciencia se quedaba más tranquila por cerrar un par de horas antes de lo habitual en un domingo.

Aún estaba temblando por la extraña colisión que había presenciado. Estaba tan tranquilo ordenando los dominicales cuando de repente vio a lado y lado de la calle aquellos extraños bultos que se precipitaban el uno contra el otro a una velocidad de vértigo. Se veía venir, la verdad, aquella especie de fuerza imantada que los iba acercando cada vez más rápido se intuía imparable. Bueno, la fuerza paró, pero de qué manera… los dos bultos colisionaron uno frente al otro y cayeron al suelo justo delante del quiosco de Tomás. Al principio dudó si acercarse o no, por lo fantasmagórico de la imagen más que por otra cosa, pero transcurridos unos cinco segundos se precipitó de forma casi instintiva y apartó cómo pudo lo que descubrió que eran dos mantas. Dos mantas exactamente iguales que cubrían la cabeza y casi todo el cuerpo de un hombre y una mujer jóvenes y recios, que habían ido corriendo el uno hacia al otro con aquellas mantas liadas a la cabeza y que tras colisionar, quedaron tendidos e inconscientes en el suelo. Mientras más personas se arremolinaban y esperaban la llegada de la ambulancia a la que ya había llamado, tuvo unos pocos minutos para observar la curiosa expresión de sus rostros. Se supone que dado que ellos no se daban cuenta, la tentación morbosa de gravar en la retina aquella imagen resultó incontenible para Tomás. Y es que a aquel par, a pesar del golpe sufrido y de estar inconscientes, se les había quedado una sonrisa absurda en la cara.

Al pensar en lo mucho que le impactó la expresión de sus rostros, miró de forma automática en dirección al punto en el que cayeron. El personal sanitario se los había llevado en ambulancia pero habían dejado allí las dos mantas. Se acercó y cuando las levantó, empezaron a volar montones de mariposas. No se sabe si por su visión romántica de la vida, si por alguna extraña conexión con aquellas mariposas o si por su carácter perfeccionista y dado al orden hasta extremos casi enfermizos. Pero mientras se dejaba acariciar por el roce de las alas de aquellas mariposas al vuelo, dobló primero una manta y luego la otra. Las cogió, las metió dentro de su quiosco, lo cerró y se fue para casa con una sonrisa absurda en la cara. Al lunes siguiente le darían los buenos días todas aquellas mariposas que se quedaron decorando su quiosco, como velando las mantas que un día, alguien se lió a la cabeza.

Continuará…