Snow White (Mark Ryden)

domingo, 27 de febrero de 2011

Obsesiones

Me temo que soy obcecada. E impulsiva. Y un poco neurótica. Vamos, una joya. 

Una vez asumidos mis principales defectos y observándolos en perspectiva, creo que podría ser mucho peor persona. Si fuera intolerante, egoísta y presuntuosa no me aguantaría a mí misma, por ejemplo. 

Soy consciente de mis virtudes también, que son varias pero no estoy por la labor de enumerarlas, no sería nada elegante hacerlo. 

Lo cierto es que no quiero "entrar en materia". Hay una motivación clara en este post que no me apetece compartir.

¿No entiendes nada, verdad? Añado la dispersión y el aturrullamiento verbal a mi lista de defectos. Al menos así lograrás entender por qué no entiendes nada.

La culpa de todo este sinsentido materializado en post lo tiene este vídeo. Esto sí que lo confieso. 

Que lo disfrutes.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Soy bombera

Hoy (ayer) me ha llegado un mail del Responsable de Seguridad del lugar donde trabajo. Pedía que confirmáramos los equipos responsables de planta del plan de emergencia, comunmente conocidos como “los bomberos”. Resulta que yo estoy al frente de tan honrosa misión, con dos discípulos a mis espaldas.

Hace tres años me pidieron por favor que cumpliera con este cargazo, ya que se trata de algo voluntario. Sinceramente, acepté porque los responsables de las otras plantas son amigos más que compañeros y nos pegaríamos una excursión anual para hacer el tontolculo en el Parque de Bomberos.

Sólo he ido a una de esas excursiones. Fue divertido estar jugando con fuego, mangueras, extintores y bomberos, sobretodo con los bomberos. Pero resulta que regresé a mi casa con las rodillas llenas de unos morados de tal calibre que tardaron semanas en desaparecer. Por entonces tenía pareja estable, así que tampoco me servían para alardear de sexo del duro a cuatro patas. Sólo me sirvieron para recordarme cada día ante el espejo que había sido un Madelman vestido con mono naranja y casco fucsia durante un día. Algo que, francamente, habría preferido que nada ni nadie me recordara.

Otra de las ventajas de ser bombera jefe de mi planta, es que puedes hacer un curso de primeros auxilios. Me pareció interesante y lo realicé. Estaba en un grupo formado por tres chicos y yo. Dos de ellos se marearon hasta el desmayo cuando nos pintamos los brazos con rotulador rojo para simular heridas. El único que no se mareó, era gay. Esto hizo tambalear mi fe en la fortaleza del hombre heterosexual. Y el muñeco de látex sin piernas ni brazos al que tuvimos que aplicar la reanimación cardiopulmonar tampoco contribuyó a recuperar mi fe en el género masculino. Al final, la enfermera que nos explicó las técnicas de movilización de heridos, decidió tomarme a mí como conejillo de indias para que el resto me desplazara de un lado a otro. Teniendo en cuenta que les sacaba dos cabezas a todos y como mínimo cinco quilos a cada uno, resultaba como poco peculiar.

Además de todo esto, tengo un walkie. De vez en cuando, me llaman para hacer comprobaciones. Yo nunca recuerdo a la primera al botón que tengo que dar para hablar, resulta de lo más cómico escuchar al de seguridad repetidas veces “Llamando a 210. Llamando a 210. ¿Me recibe?” y a mí trasteando con los botones hasta que acierto. En esos momentos de show cómico, mis compañeros escuchan atentamente y dejan de trabajar para ver mi respuesta que no es más que “Aquí 210. Recibido. Corto y cambio”. Pero les encanta. Les resulta super molón. Yavestruz...

Y luego llega el momento estrella del año. El momento en el que empiezan a sonar las alarmas de todo el edificio y se oye una voz por megafonía que va diciendo repetidamente: “Por favor, desalojen la planta”. Entonces yo, me planto el chaleco naranja fosforito, pillo el walkie y saco de los despachos a los jefes, grito al resto de empleados que muevan el culo y les indico la puerta por dónde tienen que salir sin prisa, pero sin pausa. Como la churri de megafonía no dice en ningún momento que se trata de un simulacro, siempre aparece ante mí alguien con cara de pánico preguntándome si la cosa va en serio. Entonces le digo que no, que tranquilo. Se corre la voz y la peña va bajando con una pachorra alucinante por las escaleras de emergencia. Yo reviso que no quede nadie en la planta, le doy al botón de planta desalojada y salgo a la escalera de emergencia donde siempre y sin excepción, hay un tapón de gente que mira, pasaba por allí. Así que la practicidad del simulacro brilla por su ausencia.

Al recibir esta mañana el mail de confirmación de equipo, he pensado en renunciar a mi cargo (no remunerado, por cierto). Pero entonces ha aparecido uno de mis dos discípulos, nueva incorporación este año al clan de bomberos. El hombre, super emocionado, me preguntaba “¿Confirmas tú?¿Confirmas tú?”. Y sí, me ha contagiado su emoción y he confirmado, por mí, y por mi equipo.

Así que este año volveré a ir de excursión al parque de bomberos. Eso sí, no pienso ponerme de rodillas sobre rejillas de hierro para apagar fuegos. Sólo jugaré con las mangueras, los extintores y, como no, con mis colegas, los bomberos. Y mi discípulo, el emocionao, que se llene las rodillas de morados si quiere y se deje desplazar por sus compañeros caguetas del grupo de primeros auxilios. Los galones deben servir para algo, ¿no?

domingo, 20 de febrero de 2011

Precioso regalo de GardeniaColt (http://urbancloset.es/) para esta mañana de domingo



Intencionalidad no premeditada

Ayer un nuevo (y buenísimo) amigo me dijo que tenía muy abandonado el blog. Esas palabras resuenan en mi cabeza desde entonces. Y mi conciencia ya ha dicho basta. Estoy siendo perra incluso para esto y no puede ser.

Además descubrí que otro nuevo (e interesantísimo) amigo había entrado también aquí. ¡Y acabo de ver que un amigo de toda la vida (que no enlazo porque no tiene blog) se ha hecho seguidor! Así que de repente me ha entrado una vergüenza tremenda por tener tan poco que ofrecer por estos mundos.

En este punto me planteo, ¿pero lo que escribo puede interesar a alguien? Son divagaciones sin ningún sentido. Si al menos fueran textos rollo el club de la comedia que hicieran pensar: "¡Oh! ¡Qué mujer tan ocurrente!", me sentiría más en paz conmigo misma. O si escribiera sobre política, música, tecnología, cocina, moda o bricolage, podría sentirme útil virtualmente hablando. Pero tampoco.

Podría intentar escribir relatos cortos. En mi adolescencia me dio por ahí durante una temporada. Lo cierto es que gracias a ello gané, año tras año, todos los "Jocs Florals" durante el colegio y el instituto. Cada primavera me ponía las botas comprando libros y CDs en el Abacus con el vale que me daban como premio. ¡Qué tiempos aquellos en los que sacaba partido de la literatura! ¡Jajajajaaaaa! La cuestión es que ya no tengo ganas ni inspiración para inventar y narrar historias. Así que los relatos cortos no, tampoco son una opción para mi blog.

Escribo sin la más mínima intención. Podríamos hablar de escritura mecánica deliberada. Que al ser deliberada dejaría de ser mecánica. Escribo sobre lo primero que me viene a la cabeza. He intentado anotar temas para después desarrollarlos. Pero luego me quedo en blanco. Y es que creo que yo escribo por naturaleza. Porque me apetece y me sale así, de repente. Lo concibo como algo terapéutico.

Esto último, concebirlo como algo terapéutico, me ha recordado algo sobre lo que podría escribir. Al final resultará que para mí estos post serán eslabones de una cadena que me acabarán llevando de tema en tema sin querer. Y para quien cometa la osadía de leerme, las piezas del puzle que conforma mi persona.

He aquí mi humilde intencionalidad no premeditada.

viernes, 11 de febrero de 2011

Now that I'm thinking... I just push it for the music in my mind...

La intrascendencia de lo trascendente

Yo sé que mantener una conversación con mi madre hay personas a las que les puede poner nerviosas. Sobretodo si pretendes tener una conversación más o menos profunda con ella, en la que necesitas que te escuchen. Porque mi madre escuchar como que no escucha bien. Y no me refiero a que esté sorda. Me refiero a que pasa por encima de todo lo que le expliques a una velocidad pasmosa.

Bien, pues a mí hablar con mi madre cuando estoy cabreada por algo me resulta de lo más terapéutico. Uno normalmente se toma muy en serio a sí mismo y a sus cosas. Pues al contarle a ella esas cosas "tan serias", ella dá una breve opinión, un fugaz consejo y acto seguido pasa a explicarte pormenorizadamente las comidas que va a preparar ese día, que a la Paquita, la vecina, el otro día se le murió el periquito y que cuando fue al mercadillo a cambiar unos calzoncillos tuvo que disimular cuando apareció la policía y el gitano se fue corriendo con su mercancía. A todo esto tu vas diciendo "ahá", "claro", "hay que ver"... y poco más. Yo creo que mi madre ha debido de hacer algún curso de inmersión sin oxígeno, porque no conozco a nadie capaz de hablar sin pausa a su ritmo. ¿Dónde tendrá el mono de neopreno escondido?

Así que acabas la conversación (o la audición) riéndote. Porque otra cosa no, pero mi madre graciosa y surrealista lo es al máximo. Y entonces me digo a mi misma "Si mi madre no le ha dado importancia, entonces será que no es tan importante". Y me relajo. Y además con el tiempo descubro siempre que así es, que en realidad no era tan importante.

Muy pocas veces he visto a mi madre preocupada por algo que le explicara y cuando ha sido así, entonces sí que ha sido algo trascendente. Así que confío 100% en su criterio por lo que respecta a la seriedad o falta de seriedad de mis comidas de olla. Y es que yo a veces, me escucho demasiado.

Mamá, gracias por no escucharme cuando lo necesito.

viernes, 4 de febrero de 2011

Sorpresa sin mayor trascendencia

Viaje en el metro a las ocho de la mañana. Voy echándome unas risas con mis compañeras vía email a costa de los jefes. Hacen chats entre ellos con nosotras en copia y claro, nos dan carnaza sin saberlo (panda de ingenuos...). Voy también mirando el Twitter , a ver qué ha pasado en el mundo y respondiendo lo que toque. En fin, pura rutina matinal acompañada por mi mp3. Son esos momentos en los que vas absorta y aún estás tan dormida que no te apetece más que meterte en tí misma y en tus cosas.

Llevo puestas las bambas y las botas-zanco en el bolso, para probarlas en la oficina. Que por cierto, a pesar de las apariencias, están resultando bastante cómodas. Con esos tacones parecen armas de destrucción podal. Llevaban semanas en mi armario sin ser estrenadas, mirándome y diciéndome “Ya verás, petarda... te vamos a destrozar los pies y no nos usarás más que una vez en toda tu puñetera vida...¡freedom forever!” Pues sus váis a enterar, ¡par de furciacas! Esta noche las voy a rebentar a base de bailoteo, ¡que se jodan! Y por si acaso, me he comprado unas plantillas de gel, así que no oséis en molestarme ni un poco porque pondré remedio enseguida y saltaré y pisotearé el suelo con aún más fuerza para desgastaros las putas suelas, ¡so guarrucias! Vuestra función es hacer mis piernas más largas (que ya lo son mucho, vale... ¡pero más!) y delgadas (que no lo son para nada), ¡así que cumplir con vuestro trabajo, que para algo he pagado por vosotras!



Bueno, a lo que iba, que esto no pretendía ser un ataque indiscriminado hacia mis botas nuevas. Pues que iba yo en mi mundo, en mis cositas, naranieroooo, naranieroooo. Y de repente recibo un email del soporte informático de mi empresa que me dice “Mira hacia arriba”. Yo pongo cara de “¿Qué está sucediendo?”, miro con ojos legañosos a un lado, a otro, hasta que mi cerebro responde a la orden “hacia arriba” y veo la cara de uno de los informáticos. A todo esto había una chica que me observaba con ojos alegres, hasta que yo he abierto la boca para soltar:”Hostia Marc!Perdona,es que voy sobada y enganchada al Twitter” y ella ha asomado a su rostro un rictus de decepción. Y es que en sí, lo acontecido sería de lo más romántico en otro contexto. A mí al menos me encantaría que sucediera, que ese email no hubiera sido del informático, que es muy majo,pero no es ninguno de los hombres de mis sueños.

La mujer de hoy en día es fuerte, independiente y bla, bla, bla... pero en el fondo, todas somos unas románticas empedernidas. La emoción de la sorpresa nos persigue a todas. Hoy a esa chica que me observaba, le ha decepcionado la cruda y dura realidad de un viaje matinal en metro sin mayor trascendencia. Esa es la cuestión.

martes, 1 de febrero de 2011

Desfriada

Quisera estar desfriada. Que un calorcito gustoso recorriera mi cuerpo y desintegrara la tos y por qué no decirlo, los mocos que me impiden respirar con relativa normalidad. Mi respiración siempre es relativamente normal, debido a un evidente desvío de mi tabique nasal. Y no. Tampoco creáis que por tener una napia de considerables dimensiones se respira mejor. Una napia de tales dimensiones sólo sirve para:

a) Enloquecer a algunos depravados con fijación por las narizotas

b) Horrorizar a los amantes de las muñequitas de narices respingonas


A mí personalmente siempre me ha gustado mi tocha que, curiosamente, jamás fue ridiculizada a lo largo de mi infancia y adolescencia. El hecho de llevarla ahí en medio con pleno orgullo debió contribuir a que, por increíble que parezca, pasara despercibida en plena etapa de crueldad infanto-adolescentil.

También quisiera estar desfriada para que mis ojos no parecieran los de una oriental llorona. En mi nano estudio cool hay un armario de espejo de pared a pared. Y ahí me veo, tumbada en la cama mientras escribo toda esta sarta de tontunadas. Parezco una muñeca china de cera con una nariz gigante. Tamaño mega Rosaura, eso sí.

¿Os dáis cuenta de lo mucho que me gusta inventar palabras? Sólo en este post: desfriada, infanto-adolescentil y tontunadas. Algún día dedicaré una entrada a mis tacos inventados, entre los cuales el de mayor éxito es putarranca.

Me apetecen spaguetti a la carbonara. Sólo son las 10:39h.

¡Qué buena forma de acabar este febril y delirante post!