Snow White (Mark Ryden)

lunes, 31 de enero de 2011

Sinceramente felices

¿Está permitido cambiar? Cambiar de costumbres, de pensamiento, de aspecto. Parece que cuando das tu opinión nada ni nadie puede convencerte de lo contrario, ni tan sólo aportar un nuevo matiz a lo que creías en base a nuevos argumentos. Si de repente te da por modificar tus rutinas, siempre aparece alguien que dictamina que “algo raro te pasa”. Cuando te cortas el pelo, cambias tu estilo de vestir o te haces un nuevo tatuaje, múltiples miradas de ojillos entrecerrados te escudriñan,como si algo así fuera síntoma indiscutible de debilidad de carácter o prueba palpable de la existencia de algún problema.

¿Hay que excusarse por cambiar? Parto del punto de vista en el que a lo lejos se vislumbra tolerancia de dentro a fuera. Creo que hay que ser tolerante con uno mismo para poder jactarse de que se es con los demás. Y en ese punto en el que me encuentro, mi respuesta es no. No hay que excusarse. Hay que tener la libertad de modificarse a uno mismo, sin motivos, porque de repente surge así. Es un acto natural.

Nunca he sido amiga de racioanalizar las emociones y a fin de cuentas, los cambios voluntarios salen de las entrañas. Los cambios son emociones materializadas. Los cambios son cosas de valientes que no temen experimentar, vivir, soñar.

Después están los que se hacen una idea determinada de las personas en base a alguna o algunas facetas concretas del individuo. Y comprobar que esa persona es muchas cosas a la vez les defrauda. Como si no se pudiera ser abierto y tìmido a la vez. O subversivo y costumbrista a ratos. O activo y tranquilo a veces. Y quien no es muchas cosas a la vez, aburre muchísimo. Por abierto, subversivo y activo que sea, el inmovilismo de carácter provoca sopor. Es “antiempático”.

En cualquier caso, no hay obligación de cambio, pero contemplar la posibilidad de hacerlo y de que los demás lo hagan, es condición indispensable para ser sinceramente felices.

Hand in my pocket http://www.youtube.com/watch?v=hGjaaQAvSTA

domingo, 30 de enero de 2011

The Big Bang

Inmersa en una bostezosa tarde de domingo, decido crear un blog. Tras varios meses pensando en ponerme a ello, me da por darle forma en el momento menos inspiracional posible. Podría alegar por ello un espíritu aventurero, que me lleva  a dejar que vuele la creatividad y sin red. Pero no. Se trata de aburrimiento. Si lo hago ahora y no lo he hecho antes, ni lo haré después, no es más que por estar ociosa.

Este post no es más que un experimento para comprobar lo bien o lo mal que queda una vez publicado en ese blog lleno de chucherías que he parido sin gestación previa. ¡Cosas del Espíritu Santo! Llama la atención que siendo una gran amante del color negro, haya llenado de colorines este espacio...

Bueno, pues teniendo en cuenta la finalidad de esta entrada, con toda probabilidad será más extensa de lo que sería aconsejable en estos casos. Mi querencia a la parrafada queda reflejada de inicio. ¿Y qué? ¡Es mi blog y escribo lo que quiero! Qué gozada.

Tras este Big Bang, esperaré al menos una semana para hacerlo público a mis contactos. No creo que vaya a causar sensación entre ellos, pero aunque sea por vergüenza torera, querría tener algo más que ofrecer que este escrito.

Ahora, sólo queda mantener la ilusión y llenar esto de divagaciones día a día.

Bienvenida a tu blog, nena! Que lo disfrutes!