Snow White (Mark Ryden)

viernes, 11 de febrero de 2011

La intrascendencia de lo trascendente

Yo sé que mantener una conversación con mi madre hay personas a las que les puede poner nerviosas. Sobretodo si pretendes tener una conversación más o menos profunda con ella, en la que necesitas que te escuchen. Porque mi madre escuchar como que no escucha bien. Y no me refiero a que esté sorda. Me refiero a que pasa por encima de todo lo que le expliques a una velocidad pasmosa.

Bien, pues a mí hablar con mi madre cuando estoy cabreada por algo me resulta de lo más terapéutico. Uno normalmente se toma muy en serio a sí mismo y a sus cosas. Pues al contarle a ella esas cosas "tan serias", ella dá una breve opinión, un fugaz consejo y acto seguido pasa a explicarte pormenorizadamente las comidas que va a preparar ese día, que a la Paquita, la vecina, el otro día se le murió el periquito y que cuando fue al mercadillo a cambiar unos calzoncillos tuvo que disimular cuando apareció la policía y el gitano se fue corriendo con su mercancía. A todo esto tu vas diciendo "ahá", "claro", "hay que ver"... y poco más. Yo creo que mi madre ha debido de hacer algún curso de inmersión sin oxígeno, porque no conozco a nadie capaz de hablar sin pausa a su ritmo. ¿Dónde tendrá el mono de neopreno escondido?

Así que acabas la conversación (o la audición) riéndote. Porque otra cosa no, pero mi madre graciosa y surrealista lo es al máximo. Y entonces me digo a mi misma "Si mi madre no le ha dado importancia, entonces será que no es tan importante". Y me relajo. Y además con el tiempo descubro siempre que así es, que en realidad no era tan importante.

Muy pocas veces he visto a mi madre preocupada por algo que le explicara y cuando ha sido así, entonces sí que ha sido algo trascendente. Así que confío 100% en su criterio por lo que respecta a la seriedad o falta de seriedad de mis comidas de olla. Y es que yo a veces, me escucho demasiado.

Mamá, gracias por no escucharme cuando lo necesito.

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