Snow White (Mark Ryden)

miércoles, 23 de febrero de 2011

Soy bombera

Hoy (ayer) me ha llegado un mail del Responsable de Seguridad del lugar donde trabajo. Pedía que confirmáramos los equipos responsables de planta del plan de emergencia, comunmente conocidos como “los bomberos”. Resulta que yo estoy al frente de tan honrosa misión, con dos discípulos a mis espaldas.

Hace tres años me pidieron por favor que cumpliera con este cargazo, ya que se trata de algo voluntario. Sinceramente, acepté porque los responsables de las otras plantas son amigos más que compañeros y nos pegaríamos una excursión anual para hacer el tontolculo en el Parque de Bomberos.

Sólo he ido a una de esas excursiones. Fue divertido estar jugando con fuego, mangueras, extintores y bomberos, sobretodo con los bomberos. Pero resulta que regresé a mi casa con las rodillas llenas de unos morados de tal calibre que tardaron semanas en desaparecer. Por entonces tenía pareja estable, así que tampoco me servían para alardear de sexo del duro a cuatro patas. Sólo me sirvieron para recordarme cada día ante el espejo que había sido un Madelman vestido con mono naranja y casco fucsia durante un día. Algo que, francamente, habría preferido que nada ni nadie me recordara.

Otra de las ventajas de ser bombera jefe de mi planta, es que puedes hacer un curso de primeros auxilios. Me pareció interesante y lo realicé. Estaba en un grupo formado por tres chicos y yo. Dos de ellos se marearon hasta el desmayo cuando nos pintamos los brazos con rotulador rojo para simular heridas. El único que no se mareó, era gay. Esto hizo tambalear mi fe en la fortaleza del hombre heterosexual. Y el muñeco de látex sin piernas ni brazos al que tuvimos que aplicar la reanimación cardiopulmonar tampoco contribuyó a recuperar mi fe en el género masculino. Al final, la enfermera que nos explicó las técnicas de movilización de heridos, decidió tomarme a mí como conejillo de indias para que el resto me desplazara de un lado a otro. Teniendo en cuenta que les sacaba dos cabezas a todos y como mínimo cinco quilos a cada uno, resultaba como poco peculiar.

Además de todo esto, tengo un walkie. De vez en cuando, me llaman para hacer comprobaciones. Yo nunca recuerdo a la primera al botón que tengo que dar para hablar, resulta de lo más cómico escuchar al de seguridad repetidas veces “Llamando a 210. Llamando a 210. ¿Me recibe?” y a mí trasteando con los botones hasta que acierto. En esos momentos de show cómico, mis compañeros escuchan atentamente y dejan de trabajar para ver mi respuesta que no es más que “Aquí 210. Recibido. Corto y cambio”. Pero les encanta. Les resulta super molón. Yavestruz...

Y luego llega el momento estrella del año. El momento en el que empiezan a sonar las alarmas de todo el edificio y se oye una voz por megafonía que va diciendo repetidamente: “Por favor, desalojen la planta”. Entonces yo, me planto el chaleco naranja fosforito, pillo el walkie y saco de los despachos a los jefes, grito al resto de empleados que muevan el culo y les indico la puerta por dónde tienen que salir sin prisa, pero sin pausa. Como la churri de megafonía no dice en ningún momento que se trata de un simulacro, siempre aparece ante mí alguien con cara de pánico preguntándome si la cosa va en serio. Entonces le digo que no, que tranquilo. Se corre la voz y la peña va bajando con una pachorra alucinante por las escaleras de emergencia. Yo reviso que no quede nadie en la planta, le doy al botón de planta desalojada y salgo a la escalera de emergencia donde siempre y sin excepción, hay un tapón de gente que mira, pasaba por allí. Así que la practicidad del simulacro brilla por su ausencia.

Al recibir esta mañana el mail de confirmación de equipo, he pensado en renunciar a mi cargo (no remunerado, por cierto). Pero entonces ha aparecido uno de mis dos discípulos, nueva incorporación este año al clan de bomberos. El hombre, super emocionado, me preguntaba “¿Confirmas tú?¿Confirmas tú?”. Y sí, me ha contagiado su emoción y he confirmado, por mí, y por mi equipo.

Así que este año volveré a ir de excursión al parque de bomberos. Eso sí, no pienso ponerme de rodillas sobre rejillas de hierro para apagar fuegos. Sólo jugaré con las mangueras, los extintores y, como no, con mis colegas, los bomberos. Y mi discípulo, el emocionao, que se llene las rodillas de morados si quiere y se deje desplazar por sus compañeros caguetas del grupo de primeros auxilios. Los galones deben servir para algo, ¿no?

2 comentarios:

  1. No sé a quien pretendes engañar: tu entusiasmo bomberil viene dado por el Cuerpo de Bomberos. Y nada de lo que digas conseguirá hacerme cambiar de opinión. ;)

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  2. Es que vaya cuerpo, el de bomberos... xDD

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